Hace unos días fuimos ministrados en el ámbito parental, basados en la palabra de Malaquías “Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres”, recibimos una sólida exposición y posterior ministración donde fluidamente y desde diversos ángulos y aristas fueron elevadas sendas oraciones, plegarias, súplicas, mandatos relacionadas con la necesidad de reparar, recomponer, restituir y aun establecer relaciones con los parientes que mayor incidencia tienen en el desarrollo y consolidación vital, no es casual esta instancia enmarcada en un contexto de convivencia familiar “forzada” si se quiere, padres e hijos fuimos y somos llamados a ocupar los lugares diseñados por el Padre para este propósito, el lugar por excelencia es Cristo, en Él nos aglutinamos y somos funcionales a nuestra sociedad y por consecuencia al Reino. Más allá de una instancia sanadora, esta ministración -como todas- tiene un profundo alcance profético; para ministrar a un país con carencias parentales severas donde la orfandad es recurrente desde la historia fundacional, es determinante que los agentes y gestores estén en plenitud de sus condiciones, somos llamados a manifestar la paternidad divina, la que proviene del Padre, en esta magna tarea nos asiste el imperativo de tomar nuestras posiciones, los jóvenes expresando en términos concretos la honra -y perdón en algunos casos- debida a sus progenitores y los mayores saliendo de todo sesgo generacional, “la letra con sangre entra” era la premisa formativa de sistemas avasalladores donde la formación familiar y educacional era ejecutada con agresiones y constantes atropellos; sin duda hay un extenso abanico de factores que inciden en las relaciones familiares y sociales, pero, los hijos conocen la voz del Padre y Él ha llamado a perdonar, restituir, reparar y accionar en todos los aspectos que sean necesarios para estar en plena sanidad, la manifestación de los hijos es la herramienta capaz de trascender y establecer nuevos parámetros sociales, aquellos que son poderosos para hacer en la tierra como es en el cielo. “Él que cava un hoyo cae en él, y al que abre brecha en un muro, lo muerde la serpiente” Eclesiastés 10:8 LBLA. Amados, hemos sido convocados a moldear la historia de nuestra tierra, el Padre proveyó una instancia sanadora poderosa, sumerjámonos en las aguas vivificantes del que en la agonía exclamó “perdónalos, no saben lo que hacen” para luego ascender y triunfar sobre todo imperio y potestad regido por la muerte, amados, es tiempo de gloria manifestada, nuestras murallas deben estar en pie, sin aperturas, hoy es el tiempo, el día preciso, los hijos sanos son invulnerables, la serpiente no puede morderlos, ni siquiera susurrar a sus oídos, “Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, es el Señor de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria” Isaías 6:3 LBLA.
Eugenio Alvarado P.