Ha terminado un tiempo de alineamiento a los propósitos divinos y azuzados por el fuego sagrado de la revelación, nos aprontamos a luchar, conquistar, establecer, conscientes de nuestro llamado, nos hacemos partícipes de la gran tarea y nos enlistamos en la filas celestes de los ejércitos cuyo General es el mismo que fundó lo que existe, “comemos y nos fortalecemos porque duro camino nos resta”; en los anales históricos quedará registrada la hazaña nunca antes vista, Gloria sobre Gloria, Victoria sobre Victoria es la consigna.
Somos parte de El Reino cuyos valores trascienden lo religioso, somos miembros de la estirpe prodigiosa, la de los anónimos rendidos a propósitos mayores, de vidas entregadas en adoración corporativa aunando las fuerzas para cumplir los cometidos, el éxito de la tarea consiste en identificar la relevancia de nuestra posición, nos preceden héroes generosos como la anónima muchacha hablando a Naamán sobre el profeta Eliseo abriendo la puerta del cielo para que el enfermo general pudiese transitar por la sanidad y conocer al Padre eterno, el profeta Jan Huss lleno de victoria ofrendando su vida en la hoguera dirá: “vas a asar un ganso, pero, dentro de un siglo, te encontrarás con un cisne que no podrás asar” y un siglo después, el “cisne” Lutero, estremecerá los cimientos religiosos con sus noventa y cinco tesis, el empresario alemán Oskar Schindler sacrificará sus perspectivas y ahorros personales para cobijar en su empresa a más de mil desechados judíos y salvarles la vida, Miep Gies, arriesgando su vida, esconderá a la familia de Otto Frank, serán asesinados, pero, la valiente neerlandesa Miep, conservará los escritos de la hija de Otto, Ana y posteriormente el mundo conocerá “el diario de Ana Frank” y que decir de la monja belga Agnes Gonxha Bojaxhiu recorriendo las polvorientas calles de la India para dar ayuda a los pobres entre los pobres convirtiéndose en Sor Teresa de Calcuta; la lista es extensa y tiene un denominador común, todos los nombrados y los aparentemente anónimos cumplieron la misión para la cual fueron llamados, en el lugar que fueron asignados, pudiéramos pensar que sólo los que aparecen en la palabra escrita lo hicieron, sin embargo, la historia está llena de héroes que con sus acciones liberaron naciones, salvaron generaciones, cambiaron la historia; hoy somos convocados a escribir un definitivo capítulo en la historia de nuestra nación y la tierra, tal vez nos preguntamos por nuestro rol en esta gran empresa, amados, donde el Padre nos ha puesto, nos corresponde dar la batalla, la justicia, la paz, el gozo como cimientos de su trono, nos ungen para dar lo mejor, tal vez seas una “anónima” madre de pequeños demandantes o tus labores se “limiten” a conducir un vehículo, que tal si “sólo” prestas servicios domésticos en casa de un extraño, y si tu labor se “limita” a lograr tu mejor rendimiento en la enseñanza superior, quizás “sólo” vendas artículos en un local, tal vez “sólo” cuides a un anciano/a en los últimos tramos de su vida; amados, hubo un hombre que no tuvo por valor ser Dios y conoció la humildad, se hizo un anónimo desechado y maldecido en una cruz, sin embargo, el mundo no conoció otro como Él, la historia cambió, hubo una inflexión en los tiempos con su sola presencia, ¿qué tenía ese hombre? Hizo lo que correspondía en el lugar que fue puesto. Amados, hemos sido llamados y nuestros nombres resuenan en la eternidad como los ejecutores de las obras sublimes del Padre, donde estás o si debes mudarte, eres llamado, no te detengas ni te dejes encandilar por las luces del facilismo, la tarea no es fácil, se trata del Reino, del Padre de las luces alineando su firmamento sobre la tierra, el mundo, todos somos luminarias porque más allá de nuestras labores cotidianas, nuestros nombres son las actas fundacionales de Sión, están escritos en el autor de la vida, somos uno con Él y en Él desde antes de la fundación del mundo.
Eugenio Alvarado P.