Uno de los mayores propósitos que nos ha dado el Señor es poder ser padres. Dar vida es un regalo que Él nos ha dado y el de compartirnos la experiencia de ese sentir que es poderoso. Tener un hijo te cambia la vida, te cambia la visión y es un propósito fundamental. El querer cumplir nuestro rol como padres de que “nos salga como nos salga”, es una falta de responsabilidad. La base para contrarrestar eso está en aprender a escuchar al Señor, pero también es importante tener herramientas, poder capacitarnos en esto que es transcendental, ya que a través de nuestros hijos vemos a toda una generación. Lo que en este tiempo les estamos enseñando a ellos y lo que están viendo de nosotros como nuestras reacciones, comportamientos, si oramos o no, cómo nos relacionamos con nuestro cónyuge, todo aquello nuestros hijos lo van adquiriendo y aprendiendo cómo, en un futuro, formarán sus familias, cómo tomarán sus decisiones y cómo serán con sus hijos después, por lo cual, esto se vuelve un peso de responsabilidad que es eterno.