El guarda de un faro trabajaba en un sitio rocoso de la costa, recibía suministro de petróleo una vez al mes para mantener la luz encendida. Como no estaba muy lejos de la orilla, tenía frecuentes visitas. Una noche, una mujer del pueblo le rogó que le diera un poco de petróleo para mantener el calor en su hogar. En otra ocasión, un padre le pidió un poco para su lámpara. Otro necesitaba un poco de petróleo para lubricar una rueda de su camión. Como todas las peticiones le parecían legítimas, el guarda del faro trató de agradar a todos y les concedió lo que pedían. Al final del mes notó que le quedaba muy poco petróleo. Pronto, éste se terminó y el faro se apagó. Esa noche varios barcos chocaron contra las rocas y se perdieron muchas vidas. Cuando las autoridades investigaron, el hombre estaba muy arrepentido. Ante sus excusas y lamentaciones, la respuesta de ellos fue: «Le hemos dado petróleo solamente con un propósito: ¡mantener el faro prendido!»

Esta es la razón por la que la mayoría de las metas no se alcanzan; porque empleamos tiempo y recursos a cosas que nos distraen del propósito eterno.

El aprender a decir que «No» a lo bueno, para decir «Si» a lo que realmente debemos hacer es difícil y lo mas probable es que pierdas amigos, invitaciones y contactos. Pero te podrás enfocar en lo importante: el propósito que Dios tiene para ti.

Jordán Solis – CCA Ciudad de luz